Un recorrido por este enigmático archipiélago del sur de Chile que combina historias de seres mitológicos, centenarias iglesias de madera, gastronomía y asombrosas postales.
Conocer el territorio insular de Chile es adentrarse en un mundo mágico, con mucha riqueza cultural y patrimonial.
Tierra de mitos y leyendas. De exquisitas tradiciones y deliciosa gastronomía.Al morir, las almas llaman al balsero Tempilcahue, le entregan dos monedas y él las lleva al lugar de descanso. Pero algunas no logran subir y se quedan lamentándose entre los acantilados. Esta leyenda da nombre al Muelle de las Almas, al oeste de la Isla Grande Chiloé, en el sur de Chile.
Donde los mitos,misterios y supersticiones sobre seres mitológicos con los hermosos paisajes, la historia de sus iglesias de madera del siglo XVIII declaradas Patrimonio Histórico de la Humanidad y una destacada .
La historia de sus iglesias de madera del siglo XVIII declaradas Patrimonio Histórico de la Humanidad y una destacada gastronomía.
Castro, capital de la segunda isla más grande de América del Sur después de Tierra del Fuego, ostenta dos de los íconos chilotes: los palafitos y decenas de grandes capillas de madera, también consideradas patrimonio desde 2000.
Entre los caminos sinuosos de la ciudad, resalta un verde intenso en la vegetación por las constantes lluvias y con sólo unos minutos de recorrida, tanto en el norte como en el sur, irrumpen los palafitos.
Las clásicas viviendas apoyadas en pilotes de luma –una madera patagónica muy resistente–, posan a orillas del mar, y encantan a simple vista como las leyendas de los pescadores isleños. Hay que estar atento porque en distintos momentos del día se los puede ver con el agua casi hasta el tope, o bien con sus postes desnudos, de unos seis metros y los botes sobre la arena, amarrados con largas sogas.
Los primeros palafitos fueron construidos en el siglo XIX por campesinos que no tenían terreno propio.
La isla cuenta con un centenar de iglesias de madera construidas por los jesuitas y que en algunos casos datan desde el siglo XVIII. De ellas, 16 fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000.
La mirada en el océano
En el extremo oeste de la isla, se encuentra Cucao, el sitio que el océano Pacífico encontró para ser contemplado. Hace tan sólo diez años, para llegar desde Castro, había que recorrer un tramo de pavimento y luego un camino de 30 kilómetros de ripio para disfrutar de este escondite sólo conocido por sus grandes playas vírgenes.
La mayoría del trayecto es contorneado por el lago Huillinco, el más grande de Chiloé. Si se lo observa con detenimiento se pueden ver tonos color café, ya que los taninos de las raíces del tepú , una planta local, tiñen el agua.
En Cucao, tras una caminata de una hora entre bosques y praderas dentro de Punta Pirulil, se asoman acantilados y una vista del mar imperdible, donde la obra del artista Marcelo Orellana define un mirador para la inmensidad del mar. Se trata del Muelle de las Almas
La Isla regala una inmensa biodiversidad natural
La Isla regala una inmensa biodiversidad natural, las que se hacen latentes si visitas el Parque Nacional Chiloé, ubicado en las cercanías de Cucao. También el Parque Tantauco al sur de Chiloé te asombrará con sus diversas rutas de trekking y senderos que te llevarán a descubrir mágicos lugares.
Más de una decena de pequeñas islas conforman el archipiélago de Chiloé.
Frenan el oleaje y permiten una navegación tranquila, mientras uno admira las elevaciones de cada uno de estos fragmentos de tierra plagados de plantas y praderas verdes.
Tras la recorrida entre islas, vale la pena hacer una escala en Mechuque, otra de las islas, que cuenta con antiguos palafitos, un museo y una feria local. El pueblo además tiene un mirador del archipiélago